DON JUAN TENORIO
Don Juan ya estaba cansado de esperar, en el
cementerio a las doce de la noche, a la persona que días atrás le había mandado
la misteriosa carta, su impaciencia era debida a su forma de ser, ya que era un
chico muy puntual y llevaba allí una hora y media esperando y esperando, pero
por allí no se había acercado nadie, ni siquiera un alma. Pensó que le habían
gastado una broma y decidió marcharse, de repente escuchó unos pasos pesados
por detrás de él. Parecía el sonido de un martillo golpeando un metal, entonces
se giró pero no vio a nadie. Pensó que era la falta de sueño y decidió seguir
rumbo hacia su casa.
Cuando
estaba en la puerta del cementerio escucho otra vez esos pasos misteriosos y
volvió a mirar hacia atrás pero no divisó nada más que las tumbas, tumbas que
le recordaban grandes rivales y enemigos que tubo de quitarse de encima en
tiempos anteriores. Siguió caminando pero antes de mirar para adelante se chocó
contra algo, giro rápidamente la cabeza y vio la estatua del comendador ante
él. El comendador le dio un manotazo con tal fuerza que le desplazo unos cinco
metros.
Cuando despertó se
tocó la cabeza húmeda de sangre y rápidamente cortó un trozo de manga de la
camisa que llevaba puesta para intentar cubrir la herida. Se levantó despacio
apoyándose en la pared ya que estaba muy débil por el golpe recibido, y grito
lo más fuerte posible – Comendador.
- ¿Qué? - respondió una voz fuerte y ronca que se parecía a la del comendador.
- ¿Cómo estas vivo si te vi morir hace 5 años?
- La promesa que hice a Dios de llevarte al infierno con migo, y una promesa es lo más poderoso del mundo.
- Déjame salir.
- Deja de gritar o despertaras a mis cómplices y no te gustara.
- ¿Qué cómplices?
- Estos. – Y empezó a reír de forma malévola.
De repente el suelo de algunas tumbas se empezó
a mover y empezaron a salir manos, cabezas y piernas hasta que salieron del
todo los enemigos muertos de Don Juan. Unos tenían cara morada a causa del
veneno, otros tenían heridas por todo el cuerpo causadas por su espada y otros estaban bien, ya que habían muerto
por viejos.
- ¿Y estos por qué están aquí?, por la promesa.
- Estos están aquí para ayudarme en mi promesa, no por nada más.
Don Juan sacó rápidamente la espada de su vaina
y empezó a apuntar con ella a los muertos vivientes que se estaban acercando
lentamente. El Tenorio empezó a matar otra vez a sus enemigos hasta que de
repente apareció una luz cegadora del cielo. Era doña Inés que había bajado del
cielo para ayudar a su amado. Doña Inés cogió rápidamente a Don Juan y salió
volando del cementerio.
Y volando junto a Doña Inés, empezó a oírse un
sonido, al principio lejano y después más cercano que se convirtió en el
familiar sonido de mi maldito despertador, me levante de la cama pensando que
había estado toda la noche estudiando y repasando el punto de lengua del “Don
Juan Tenorio”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario